Esta película del año 2001, del ya fallecido Satoshi Kon
(Perfect Blue, Tokyo Godfathers, Paprika), es sin duda una de las que más me
han cautivado a lo largo de mi vida. Al principio puede parecer una historia
simple: un reportero y su cámara van en busca de una actriz jubilada de un gran
renombre: Chiyoko Fujiwara, que a pesar de su prometedora carrera, desapareció
de repente del mundo artístico sin dar ninguna explicación hace más de treinta
años. El reportero, Genya Tachibana, le entrega a la actriz una antigua e
importante pertenencia perdida: una llave. Dicho objeto dará pié a que comience
la entrevista, comenzando Chiyoko a relatar la historia de su vida.
Pero este relato está contado de una forma muy especial. El
espectador lo presenciará como su fuera un documental, como un testigo de los
sucesos que acontecieron la vida de la actriz. Incluso los reporteros
aparecerán dentro de sus recuerdos como espectadores (y a veces partícipes) de
los hechos. Satoshi Kon mezcla en esta historia la realidad con las películas
que fue haciendo Chiyoko a lo largo de su carrera, fundiéndose en una sola
realidad, contada con tanta gracia y cuidado que no se hace confusa en ningún
momento para el espectador. Es absorbente, tierna, inquietante, triste…
invirtieron perfectamente los 87 minutos que dura el largometraje para no dejar
al espectador sin algo nuevo que ver o sentir.
El estilo de dibujo característico que poseía Satoshi Kon se
presencia también en esta película. Sus trazos siempre fieles, con rostros
increíblemente expresivos y con tanta vida que perfectamente podrían ser
personas reales de carne y hueso, viendo como Chiyoko, aquella “niña simplona
con nariz respingona”, como ella misma se define en la película, se convierte
de una muchachita que va al instituto en toda una mujer madura. Su evolución y
sus ganas de luchar conquistan a quien la ve desde el primer momento, creando
una gran empatía con el personaje.
Es una película altamente recomendable, pero que necesitarás
verla más de una vez para poder disfrutarla plenamente y darte cuenta de todos
los detalles que esconde, como es característico de las películas de este
director. Cuando veo sus películas, (sobre todo ésta, la cual no me canso de
ver) siento rabia de que el cáncer se lo llevara y de que no le diera tiempo a
producir más películas, ya que era un hombre que podía dar realmente mucho de
sí y que murió sin poder terminar su última película: La máquina de soñar, la
cual están continuando y es muy posible que la estrenen en su honor, la cual espero que podamos disfrutar en un futuro no muy lejano.
Marta Sordo de la Rubiera
Este artículo está hecho para un blog en grupo de la asignatura de "Crítica de Arte" de la USAL.
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